Reavivar la compasión: Un camino hacia la unidad y la comprensión en nuestro tiempo.
Sabiduría de los siglos: Recuperar nuestros valores fundamentales de bondad
Acabo de escuchar un interesante discurso de Simon Sinek. Al igual que el Instituto Schellhammer, insta a la gente a enfrentarse a la cruda realidad del alejamiento de nuestra sociedad moderna de valores humanos esenciales como la empatía, la comprensión y el cuidado genuino de los demás. Al igual que el Instituto Schellhamer, transmite una narrativa convincente que no sólo identifica los síntomas de nuestra desafortunada condición colectiva, sino que también rastrea las raíces de estos problemas hasta cambios muy específicos en la sociedad. Al igual que el Instituto Schellhammer, ofrece ideas tan esclarecedoras como inquietantes. Sus observaciones son un duro recordatorio de los valores promovidos por titanes filosóficos como Sócrates y Platón, valores que parecen cada vez más ajenos al mundo actual, centrado en el ego e hipercompetitivo. Un mundo en el que la gratificación inmediata es la norma.
Podría postularse que no sólo las generaciones más jóvenes sufren este problema No sólo la Generación Z... aquellos que han crecido sin saber lo que es esperar una semana la respuesta a una carta escrita a mano a un amigo por correspondencia, la emoción de esperar una semana entera para ver el próximo capítulo de nuestra serie favorita, y luego el disfrute de hablar realmente de ese capítulo compartido visto al mismo tiempo aunque en diferentes casas con nuestros amigos íntimos... Cara a cara... ¡no vía WhatsApp! ¿Será que todos formamos parte de la adición colectiva?
Es un hecho desafortunado que la búsqueda incesante del éxito individual haya eclipsado las virtudes del bienestar colectivo y el apoyo mutuo. Vivimos en un mundo obsesionado con el estatus y los logros; el liderazgo siempre ha sido un arte, no sólo una descripción de un puesto de trabajo. Sin embargo, parece que tenemos que despertar al hecho de que este arte del liderazgo se ha reducido a un mero cargo en lugar de una responsabilidad para con aquellos a los que el líder dirige. Tenemos gestores y no líderes. ¿Acaso el verdadero liderazgo no consiste en preocuparse por los que dirigimos, fomentar la confianza y promover la cooperación? Estos son principios que están profundamente ausentes en muchas estructuras organizativas y sociales básicas contemporáneas.
El laberinto de las redes sociales: la identidad de los adolescentes en la era de los likes
Entonces, ¿qué pasa con el impacto perjudicial de la tecnología moderna y las redes sociales en nuestra población colectiva? Como no han experimentado ninguna alternativa, compadezcamos a los jóvenes de hoy, a los adultos en que se convertirán en el futuro y al mundo del que formarán parte. ¿Qué cambios creará en la sociedad esta búsqueda adictiva de validación impulsada por la dopamina?
En la actualidad, podemos ver que esto ha dado lugar a una generación que está más conectada que nunca pero profundamente aislada, carecen de autoestima y son incapaces de establecer conexiones humanas reales en mayor o menor medida. Dependiendo del uso que hagan de estas tecnologías. Hay que destacar hasta qué punto estas interacciones digitales han suplantado a las interacciones significativas, cara a cara, que alimentan la empatía y la comprensión. Han sustituido las amistades profundas por likes superficiales. No han acercado a las personas, sino que han fomentado la ansiedad por la separación. A este fenómeno se le ha dado incluso el nombre de "FOMO" (fear of missing out, miedo a perderse algo).
La superficialidad abunda y los usuarios en general, especialmente los adolescentes e incluso los niños más pequeños, no sólo están preocupados por no ser aceptados por sus compañeros, sino por no ser aceptados por el mundo. ¿A qué tipo de presión somete esto a la gente? ¿Cómo vamos a ser capaces de entender quiénes somos por dentro si estamos constantemente obligados a ser lo que creemos que los demás quieren que seamos? Hemos perdido la conexión con quiénes somos realmente y por qué estamos aquí. Hemos perdido la conexión con nuestro verdadero propósito de existencia en este pequeño hogar temporal que llamamos Tierra.
Tal vez sea aún más preocupante la forma en que los algoritmos utilizados en Internet crean cámaras de eco en las que se ofrece al consumidor y al público una alimentación cada vez más extremista que los atrinchera en una mentalidad rígida. Una mentalidad que hace aún más difícil empatizar con personas de opiniones diferentes, creando así un estado extremista de la sociedad. ¿Qué ramificaciones podría tener esto en el futuro? Uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta la humanidad en la actualidad, y que seguirá prevaleciendo a largo plazo, son los efectos de las noticias falsas, la desinformación y una sociedad desinformada.
Enseñanzas erróneas: La transformación de las ideas religiosas en dogma
Estas reflexiones pueden extenderse al ámbito del liderazgo religioso. Originalmente, las doctrinas de las principales religiones se han distorsionado hasta convertirse en dogmas rígidos. Estos dogmas sirven a menudo para controlar y manipular a los seguidores, infundiendo miedo en lugar de fomentar un auténtico sentido de comunidad y de cuidado mutuo.
Además, existe un paralelismo convincente entre el "juego eterno" en los negocios y el juego de la vida misma. Deberíamos abogar por pasar de una mentalidad finita -centrada en ganar y superar a los demás- a una mentalidad infinita que valore el crecimiento personal continuo, la colaboración y la perpetuación de los valores compartidos. La verdadera realización y la sabiduría no proceden de superar a los demás, sino de esforzarnos por convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos, contribuyendo así a un ciclo de aprendizaje y superación perpetuos.
El juego final de la vida: Más allá de la competición hacia la autosuperación y la iluminación
En esencia, se trata de una llamada a la acción para redescubrir y abrazar los valores humanos fundamentales que han sostenido a las civilizaciones durante milenios. Nos desafía a reflexionar sobre nuestras prioridades, reconsiderar nuestras definiciones de éxito y reavivar nuestra capacidad inherente de empatía, comprensión y cuidado genuino. Al hacerlo, no sólo diagnostica las dificultades que afligen a la sociedad moderna, sino que también ofrece un faro de esperanza para recuperar el rico patrimonio filosófico que una vez definió la excelencia humana.
No es un proceso fácil, debemos reconocer que se ha intentado muchas veces en el pasado y la sociedad ha fracasado. Tenemos que cambiar la raíz de nuestro ser interior para lograr una verdadera solución duradera. La verdadera empatía no es una habilidad sencilla. Es una semilla que hay que plantar en lo más profundo de cada uno de nosotros y que hay que alimentar hasta que estemos rodeados de un bosque milenario que ni el más feroz de los incendios forestales pueda destruir.